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La tradición es un reto para la innovación.

Álvaro Siza

Etapa 2: El encinar y su patrimonio etnológico

En la ruta por el interior del encinar, visitaremos los hornos de cal, los “colls de tords”, los rotllos y ruinas de las construcciones de apoyo a las familias que antaño trabajaban en este paraje. Estos elementos forman parte de la explotación tradicional del bosque mallorquín y hoy en día están en desuso. Sin embargo, algunos de ellos han sido restaurados en su emplazamiento original para recrear con el máximo detalle estas peculiares tradiciones y permitir al visitante conocerlas de primera mano.

 

Un coll de tord es el espacio que queda entre el ramaje de dos árboles por donde suelen pasar los tordos al amanacer y al aterdecer, que se aprovecha para situar los "filats", redes que atrapan a estas aves cuando entran y salen del bosque. Durante esta etapa pasamos junto a 2 de ellos, pudiendo observar el tipo de camuflaje y emplazamiento adecuados.

 

Los rotllos son el vestigio que queda de las sitges. A lo largo del recorrido nos encontramos con más de 6 de estas plataformas circulares y en concreto podremos observar una doble sitja muy peculiar, que  da a entender la gran capacidad de generar carbón que tenía este encinar. El quemado de estos generadores de carbón vegetal, podía durar entre una semana y diez días, por lo que mientras se controlaba su “cocción”, ya se iba preparando la siguiente sitja. Esto permitía solapar trabajos en zonas donde la producción era suficientemente abundante. En ese mismo punto existe una “barraca des carboner” que es una pequeña construcción que daba refugio a los que controlaban la sitja mientras esta quemaba, ya que no se podía dejar sin vigilancia ni un momento, tanto para garantizar su adecuado funcionamiento como para evitar incendios.

 

Paralelamente a esta actividad se producía otra que era la de la generación de cal. Veremos como muy cerca de estas sitges había diversos hornos de cal que complementaban esta actividad. La roca típica del suelo mallorquín es la roca calcárea o piedra caliza. Básicamente se compone de Carbonato de Calcio (CaCO3). Al calcinar esta roca a temperaturas de hasta 1000ºC, esta se deshidrata liberando CO2 en el proceso, y dando como resultado el Òxido Cálcico, también conocido como cal viva. Este producto, ávido de agua, en combinación con H2O produce Hidróxido de Calcio, cal muerta o cal amarada, que, en distintas formas, en polvo, en pasta, etc. sirve para diferentes campos de la construcción: para encalar paredes para mejorar las condiciones sanitarias y térmicas, para hacer morteros y revocos, para desinfectar pozos o cisternas, o incluso para desinsectar el ganado y sus dependencias.

 

Cabe notar que estos dos procesos son complementarios. En las sitges se utilizaban los troncos de madera gruesos, con mucha masa y por tanto con una capacidad de generar carbón mayor. En cambio, en los hornos de cal se utilizaba la leña más pequeña o “llenya prima”, ya que esta genera una llamarada mucho más viva y fulgurante, debido a que tiene mucha más superficie de contacto con el oxígeno, puesto que su sección es mucho menor. Mientras que en un proceso se intenta controlar la cantidad de oxígeno existente en la quema, para que la leña no arda, y conserve su poder calorífico en forma de carbón, en la otra se busca un fuego vivo y exuberante que consiga llevar el horno a temperaturas muy elevadas que deshidraten la piedra. Cada tipo de leña, viniendo de la misma vegetación, se utiliza para el uso concreto en el que su potencial es mayor.

 

Esta complementariedad de usos de la madera talada permitía que a la vez que se limpiaba el bosque sin generar ningún residuo no aprovechable, lo cual evitaba incendios y aumentaba la productividad y usabilidad del bosque, se generaban unos subproductos para la construcción de los diferentes edificios necesarios para la actividad de la finca, así como para mantenerlos higiénica y energéticamente. Era un círculo cerrado que se iniciaba con piedra y madera, elementos totalmente renovables en nuestro entorno, y que a través de su diferentes usos y formas, permitían una simbiosis perfecta entre el ser humano y su entorno.

 

Estas actividades no eran en absoluto contaminantes. Aunque pueda parecer que en proceso de fabricación de carbón y de la cal se pudiese estar emitiendo CO2 a la atmósfera por los procesos de combustión, hay que fijarse que en el proceso completo, el balance de emisión es siempre negativo; esto es, se fija más dióxido de carbono del que se emite. En el uso de leña como combustible, se considera que en balance neto no emite CO2, ya que durante la vida del árbol, este se ha ido fijando y se ha liberado gran cantidad de oxígeno a la atmósfera. Por el contrario, el carbón mineral y otros combustibles fósiles liberan en nuestro tiempo un dióxido de carbono que fue fijado hace miles de millones de años, y que ha permanecido latente en el subsuelo hasta que se han extraído los combustibles y se ha liberado su CO2. La tala y poda controlada de los bosques, generando el combustible ecológico conocido como biomasa, es totalmente sostenible, siempre que sea planificada y no se trate de una acción descontrolada. A parte de esto, la propia cal que se utiliza en los diferentes usos que hemos mencionado anteriormente, a diferencia del cemento, utiliza el CO2 existente en la atmósfera para endurecerse. En su proceso químico, el hidróxido cálcico se combina con el CO2 para volver a crear el CaCO3, es decir, la roca caliza inicial con la que arrancaba el proceso. Esto quiere decir que a lo largo de su vida, ya que la cal transpira y tarda muchos años en endurecerse completamente, va robando CO2 de la atmósfera en cantidades que, si bien no son demasiado importantes comparadas con el volumen que absorbe un bosque, contribuyen a disminuir la cantidad de dióxido de carbono en el aire.

 

Como vemos, todos esos procesos que antaño generaban unas sinergias muy provechosas para los habitantes del territorio, en la actualidad han caído en el olvido por la aparición de nuevos productos y procesos industriales que los han hecho obsoletos y económicamente inviables. Por desgracia, muchos de estos son altamente contaminantes en todo tipo de partículas y contribuyen enormemente a generar gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global.

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